Demasiada publicidad

Facebook me sugiere hoy un producto, un método definitivo, para mejorar mis patrones de respuesta emocional. Quizá me haya espiado mientras daba clase a mis alumnos de secundaria. Big data, nada grave.

 

Como consumidor reconozco que no me molestan los anuncios más que le pueden afectar a una vaca las moscas al pastar. Quizá debiera preocuparme, por eso de que apuntan al subconsciente, pero creo que alteran poco mi normalidad, quitando aquel día en que apareció un producto para penes sobre el proyector de clase, cuyas bondades no recuerdo, y que dejó en mí desde entonces la sana costumbre de borrar el historial del navegador.

 

En cambio, la saturación de publicidad en las redes sí afecta a mi web, y quizá también a mi pene. Las redes como Facebook han sido, durante un par de años, un buen lugar para anunciar mis clases, puesto que el porcentaje de anuncios por publicación se mantenía en unos valores aceptables. En cambio ahora, si no he contado mal, una de cada cuatro o cinco publicaciones es un anuncio, y creo que cuando le llega el turno a Tus Clases de Idiomas, lo hace para cabrear al personal. 

 

No sé qué ha alimentado esta tendencia, pero creo que en breve habrá una asfixia en el consumidor que lo hará mucho más selectivo y exigente, provocando que las empresas vuelvan la mirada a la calidad del producto. 

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